Al lado del zigurat se alza una imagen familiar: la arena de los gladiadores. Aquí celebra Kalak épicos y sangrientos combates, y en raras ocasiones asiste él en persona para oír los sanguinarios rugidos del populacho. Un palco espacial a un extremo de la arena, que en realidad es un balcón de su propio palacio, permite al rey Kalak asistir a las batallas bien lejos de la sucia chusma. La mayor parte del tiempo, sin embargo, Kalak permanece oculto en las profundidades de su Torre de Oro.
Esta torre se halla en el otro la de la arena, opuesto al zigurat, y se alza en el centro del palacio de Kalak. Lujuriantes jardines rodean la base de la torre, un paraiso verde del que la magia profanadora de Kalak sorbe su poder. Más allá del jardín se extiende un racimo de edificios y columnatas por donde sólo el rey Kalak y sus seis sumos templarios pueden caminar. Pocos otros llamados alguna vez allí han reaparecido.
En la periferia de los terrenos del rey-hechicero se extiende el barrio de los templarios. Los templarios moran en feliz reclusión lejos del populacho, tanto para enfatizar sus privilegios como para salvaguardar sus vidas. Muy temidos y poco amados, si los templarios vivieran entre el resto de la gente el asesinato y los tumultos serían lugar común. Para su propia protección, los templarios se agrupan en consentida comodidad. Los mejores alimentos, articulos y servicios son algo de rutina en el barrio de los templarios, pero sólo un estúpido o un ladrón muy atrevido se atrevería a adentrarse en el recinto.
Los detalles de la Torre de Oro y del barrio de los templarios, sin embargo, se conocen sólo a través del rumor. Cualquier paso que uno dé dentro de estos encumbrados salones puede ser el último. Las escenas y sonidos y olores de Tyr que suelen actuar sobre uno proceden de sus enormes puertas, los atestados mercados, las tumultuosas calle, los barrios repletos de sabandijas, las casas siempre llenas de los mercaderes y los pulidos barrios de los nobles.
Uno entra en Tyr por el barrio de las caravanas, donde extraños forasteros y pesadas caravanas mercantes ciegan las calles. La avenida principal, llamada el Camino de las Caravanas, serpentea hacia el zigurat de Kalak y contiene caravaneras, casas de pertrechos, tratantes de animales, posadas, casas mercantiles y tabernas. El surtido de bienes y equipos aquí es bueno, aunque los precios suelen ser elevados. El barrio de las caravanas permanece lleno de gente día y noche y está bien patrullado: los mercaderes pagan bien a los templarios por este protección.
El barrio de las caravanas linda con el barrio de los nobles. Aquí los nobles mantienen pequeñas ciudadelas amuralladas, completas con barracones para los esclavos, jardines, casetas de guardia apartamentos privados. La mayor parte de los nobles contribuyen juiciosamente con generosas sumas a los cofres de la ciudad, a cambio reciben protección preferente de las patrullas de semigigantes de los templarios. Pocos nobles residen en realidad dentro de las murallas, donde sus ejercitos privados están prohibidos, sino que prefieren pasar la mayor parte de su tiempo en sus propiedades fuera del recinto amurallado.
Hay dispersas unas cuantas casas en otras zonas de Tyr. Algunas de estas villas fueron construidas por los prósperos hijos de antiguas familias, , mientras otras han sido readjudicadas por Kalak, para castigar a alguna casa noble en particular. Sea cual sea su origen, estas islas de riqueza proporcionan excelentes blancos para los ladrones y demás bandidos.
Los tenderos residen en el siguiente nicho inferior de la cultura tyriana. Los distritos comerciales se extienden por varias secciones de la ciudad y constituyen el hogar de la mayor parte de los ciudadanos de Tyr. Los tenderos ocupan la cúspide entre los esclavos y los hombres libres: aunque ligados a una casa noble y a una ocupación en particular. Una calle en el distrito comercial albergará a los practicantes de determinado oficio o a los artesanos de un noble en particular. Estos distritos son las tierras malas monetarias de Tyr: contienen poco que robar y mucho menos aún que comprar o intercambiar.
Es difícil que uno pase un día en Tyr sin cruzar en algún momento por las madrigueras: son los barrios más bajos y populosos, donde los animales se hacinan como animales y los que proporcionan a Tyr gran parte de su infamia. Esta enorme extgensión de destartaladas casas alberga a los pobres, a los desesperados, a los desheredados y a los esclavizados. Muchos residentes de las madrigueras trabajan como peones durante el día, yendo cada mañana en busca de trabajo a las plantaciones. Los ocupante más desesperados pueden incluso llegar a venderse a sí mismos en el mercado de esclavos cerca del uadi lleno de polvo. Otros se alquilan como ladrones o asesinos. Aquellos incapaces de trabajar, incluso en un trabajo ilegal, mendigan de puerta a puerta. De una forma u otra, esta gente oprimida consigue extraer suficiente comida y agua para vivir otro día. Lo poco extra que consiguen procede del trabajo duro realizado adicionalmente por la noche. La vida en las madrigueras es brutal e inflexible.
La sección más lúgubre de las madrigueras es el barrio elfo. Tratados como descastados casi criminales por el resto de Tyr, los elfos se han asentado en su propia porción de los barrios más bajos, más cerca de la base del zigurat de lo que los otros considerarían confortable. Allá viven, poco molestados por los templarios y los nobles, que los consideran sabandijas sin la menor importancia. Huidos, rebeldes y asesinos encuentran refugio en las angostas calles del barrio elfo. Cuando los templarios lanzan una de sus raras incursiones contra él, lo hacen pesadamente armados con un pelotón de guardias y semigigantes a sus talones.
El barrio elfo proporciona a los barrios más bajos de Tyr su auténtica notoriedad. Aquí uno puede literalmente comprar o vender cualquier cosa... si dispone del dinero o el carisma suficientes. Los mercaderes elfos alardean de que algún día venderán incluso los huesos de tu abuela en la calle de atrás del mercado elfo. De hecho, puede que ya lo hayan hecho.
Esta agudeza comercial sostiene y justifica a la vez los barrios elfos. Los astutos elfos traen exóticos y a veces inapreciables objetos de las ruinas de los páramos, objetos codiciados por los nobles tyrianos. Pese a todo, un trato hecho en el barrio elfo dista mucho de ser seguro, porque abundan los ladrones, contrabandistas, hechiceros renegados y estafadores. Un cincuenta por ciento de rebaja compensa muy poco a un comprador que pierde su vida.
Ahora, armado con los conocimientos adquiridos en una hora por las calles tyrianas, uno puede dedicarse a explorar la brutal ciudad de Tyr. Por supuesto, buena parte del conocimiento procede de rumores antes que de hechos.