Tras escapar de una muerte casi segura se toman unos minutos para reagruparse y recuperar energías. Una vez en condiciones vuelven a revisar a los dos cautivos que habían quedado intoxicados. Ambos duermen. Los despiertan a sacudidas pero la barrera idiomática hace que sólo puedan hablar por señas con Henry. Rundy les da algunas hachas que aún conservaba y los dejan ir entendiendo que son salvajes de alguna tribu cercana. Buscan un lugar seguro y pasan la noche sin inconvenientes.
A la mañana siguiente la primera acción del grupo es alejarse del zigurat en dirección al norte, esquivando los contingentes de hombres bestia. Como un grupo ya consolidado deciden seguir a Rundy en su misión de explorar las ruinas de Komek. Así se adentran en los pantanos al norte por unos diez días aproximadamente hasta toparse con una pequeña tribu de salvajes. Aunque salvajes, eran el único punto civilizado a días de viaje y son bien recibidos. Se encuentran con un anciano escapado de tierras civilizadas que facilita la comunicación con la tribu. Los motivos por los que dejó atrás su ciudad no quedan claros, aunque parecen turbios cuanto menos. Aprovechando la hospitalidad pasan varios días con ellos. Henry aprovecha a recuperarse de la herida en su pierna, les enseña a ser sigilosos a los cazadores y prueba un brebaje ritual para ponerse en contacto con los espíritus de sus ancestros. Aunque termina catalogando la bebida como un intoxicante como las sustancias de los rincones más oscuros de la ciudad agradece la experiencia y muestra sus respetos.
Rancis enseña el arte de la cartografía a los miembros de la tribu a la vez que recibe explicaciones sobre como cazar en la región y como preparar algunas bebidas y ungüentos con los materiales locales. Por su parte Rundy, encontrando puntos en común, es el que más indaga en la cultura de estos humanos, para él igual de extraños que los demás. Al igual que para los enanos, para estos salvajes el espíritu de un muerto deja su cuerpo al fallecer. Para Rundy esa entidad pasa a proteger algún monumento importante, siempre que el cuerpo sea debidamente enterrado. Para los miembros de la "Familia", el espíritu pasa a formar parte de una entidad mayor a la que sólo pueden identificar como "los espíritus", que acumula la sabiduría de toda la tribu. Además aprende sobre los tatuajes de los miembros, que llevan en la piel las hazañas y proezas que ellos mismos realizaron y la de sus ancestros. Rundy decide tatuarse en el antebrazo su hazaña de matar a un hombre bestia gigante. La tinta es inyectada en su piel en un ritual festivo el día que el grupo decide continuar viaje hacia el norte, hacía las ruinas de Komek. Por su lado, Late M. pasa tiempo separado del grupo y recibe de primera mano las enseñanzas del más antiguo de los chamanes de la tribu sin compartir realmente qué aprendió con sus colegas. Además, en una noche de fogón Rancis cuenta que encontró a Codicia abandonada en su nido y su nombre de debe a que le encantan los metales brillantes.
En el viaje Rundy les explica a sus colegas que fue exiliado por exigir al líder del clan enano que mande exploradores a la superficie y no sólo a excavar más profundo y que si regresaba con tesoro podría llegar a volver a ser admitido e incluso retomar su reclamo. Y si el tesoro era de su raza todavía mejores chances.
La primer noche de acampada los sorprende con un pequeño intruso siguiéndolos: Smirk, un adolescente jorobado y algo flacucho de la tribu que dejaron atrás. Por lo poco que pueden comunicarse, otra vez a través de señas es que Smirk, que no tiene ningún tatuaje, sigue a los héroes para poder volver y reclamar un tatuaje para él y su futuro linaje. Con su padre recientemente muerto y sus dificultades físicas nadie en la tribu confía en que pueda haber algún día una historia sobre él. Pero su determinación es firme y convence al grupo de acompañarlos, acto que Rundy ratifica entregando una pequeña hacha al adolescente para que se defienda de lo que pueda ocurrir.
Más al norte aún el terreno cambia, convirtiéndose en mallines y luego de una decena de días de viaje al despejar la niebla logran ver al oeste, no muy lejos, las montañas. Están cerca.
Al seguir avanzando y ser cada vez más difícil conseguir provisiones frescas y agua comienzan a sentir malestar. Rundy dice que no sabe bien por dónde buscar pero Henry recuerda una vieja canción mientras camina, comienza a tararearla para luego cantarla ante la mirada confusa de sus compañeros de viaje.
Resulta que la canción hablaba de un antiguo enano cocinero de Komek que entraba ganado a escondidas por una puerta secundaría y servía su carne en secreto a sus comensales que se jactaban de odiar la carne de la superficie. En la canción el cocinero miraba al oeste como el sol se ponía mientras entraba las bestias por una entrada tallada con la forma de un enano. Tomando esto como pista Rancis envía a Codicia a otear desde el cielo y por los alrededores en busca de una forma de enano sobre una pared de la montaña. Ese mismo atardecer el ave vuelve con novedades y señala la dirección como una brújula perfectamente calibrada.
Al irse el sol con la llegada de Codicia deciden acampar, está vez, algo más esperanzados. Aunque la noche no sería tranquila.
Mientras terminaban algunas de sus últimas raciones secas comienzan a escuchar un extraño canto. Como si hiciese eco en las montañas del oeste. Segundos después Rundy y Smirk comienzan a avanzar hacia el cordón montañoso con la mirada perdida sin decir palabra. Henry y Rancis corren e intentan frenar a Rundy cuando éste no responde, Late M. hace lo mismo con Smirk, mientras recuerda al grupo la leyenda de las harpías de las montañas. Que serían las bestias aladas a las que temían los miembros de la Familia.