Habitación del ático |
En el mismo instante en que Galah toma el picaporte de la puerta una trampa mágica eléctrica se dispara hiriéndolos a todos. Al reponerse Hess cura a Galah que fue le más afectada. Ahora si ingresan en la habitación. Se encuentran con un panorama bizarro. Tres niños se encontraban en una esquina mirando contra la pared, luego descubrirían que eran maniquíes. Una alfombra circular en el suelo, un baúl en el que encuentran una túnica a medio fabricar, esqueletos de gatos correteando por la sala, algunos huesos sobre una mesa y varios pergaminos detallando rituales sobre círculos de teletranspote. Pero no encuentran a nadie en la habitación.
Deciden no perder más tiempo y bajan de nuevo a la cocina para explorar el resto de la planta baja. Además de una sirvienta durmiendo, el cocinero desmayado y algunas mujeres reunidas en una sala no encuentran a nadie más hasta que se preparan para irrumpir en la sala dónde había una reunión, en su cabeza planteaban todo tipo de teorías. Pero los sentidos agudos de Freydis escuchan la puerta principal abrirse y advirtiendo a Galah corren de nuevo a la cocina a encontrarse con Hess y Sariel que iban a ingresar por la otra puerta. Desde la cocina ven a quien debe ser Izek.
Izek Strazni |
A medida que se acerca a la cocina lo escuchan quejarse junto a otros guardias sobre el ataque de un tigre y sobre su incapacidad de encontrar a dos personas desaparecidas. No pierden más tiempo y huyen a través del jardín de la mansión.
De nuevo en la posada de los Martivok piden un vino y ven a un extraño alistando sus cosas, como para abandonar la posada. Hess inmediatamente lo invita a compartir un vino y pasan un rato largo platicando de forma amena. Al entrar en confianza Rictavio, como se hace llamar el huésped, admite que la guardia y el burgomaestre lo están buscando. Al parecer alguien liberó a su tigre y lo están culpando. Dice no saber quién lo hizo, que el tigre no hirió a nadie, ni lo haría a menos que sea atacado o vea a un Vistani. Según él todos los vistani son siervos de Strahd. Debe tomar su caballo, su carro y al tigre y huir de Vallaki. Además menciona a su mono Piccolo que dejó en compañía de Blinsky, el fabricante de juguetes de Vallaki. Humildemente pide ayuda al grupo y les cuenta que se encontraba en Vallaki juntando información, razón por la cual sabe de la gesta del grupo. Dice poder ayudarlos pero sólo cuando lo vuelvan a encontrar en su torre.
Con una nota de Rictavio toman su caballo, calmando un poco su temperamento con una manzana y van al corral a buscar el carro. Allí presentan la nota a Gunther y Yelena, además de interrogarlos sobre la liberación del tigre. Yelena admite que tiene fuertes sospechas sobre los hijos de Lady Watcher, Nikolai y Karl Wachter que siempre andan borrachos o buscando problemas.
Deben encontrar al tigre por lo que buscan huellas. El fango aún mantiene frescas las huellas de dos hombres alrededor del carro y las del tigre. Dentro del carro encuentran un muñeco desgarrado que parece haber tenido, en sus mejores épocas, ropas de colores vivos, además de una etiqueta que dice: ¡Si no es un Blinsky, no es divertido!
Siguiendo el rastro Freydis guía al grupo hasta un lugar alejado de la muralla de Vallaki tras haber pasado por un callejón dónde claramente hubo un enfrentamiento entre el animal y los guardias, posiblemente contra Izek también. Recostado sobre la muralla encuentran a la bestia. La exploradora utiliza su ritual para hablar con el tigre al tiempo que Hess sana mágicamente la herida de arma y la quemadura en la bestia. Freydias convence al animal de volver a subir al carro.
Con los animales y el carro de Rictavio controlados y aprovechando la oscuridad de la noche Hess va a buscarlo de nuevo a la posada. Una vez reunidos todos Galah y Sariel se acercan a los cuatro guardias que protegen la entrada oeste de la ciudad. Los convencen de que el tigre estaba atacando la iglesia pero sólo dos de ellos corren a investigar. Continúan con la mentira insistiendo en que sólo dos no podrán hacer nada contra la bestia que ni Izek pudo detender. Tras discutir y dudar por un rato los dos guardias restantes traban la entrada y corren a la iglesia siendo que las guardias reforzadas estaban por el tigre no habría problema en que abandonen el puesto para capturar al animal.
Con los guardias en otro lado y la puerta trabada Galah saca sus herramientas de ladrón y comienza a abrir la puerta. Para cuando termina ya pueden ver a lo lejos las antorchas de los guardias que vuelven corriendo, posiblemente enojados y con las armas prestas por el engaño. Rictavio huyen a toda prisa con su carro y el resto aprovecha la oscuridad de la noche para perderse en los callejones de la ciudad y volver a la posada.
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